miércoles, 23 de agosto de 2017

NI TAN TIMIDA NI TAN INGENUA




El Príncipe de Gales, heredero a la corona de Gran Bretaña, tenía una amante secreta. Esta situación era conocida por un grupo de sus más allegados, quienes estaban preocupados ante la imposibilidad de que el matrimonio pudiera realizarse, por ser ella una mujer casada y, además, por profesar la religión católica.

Era necesario que el príncipe se casara con una persona de alta alcurnia, libre de todo impedimento, que diera un heredero a la corona. Los propios amantes urdieron un plan para solucionar el problema de la sucesión y, al mismo tiempo, mantener su relación amorosa. Para ello bastaría con seleccionar a una dama de linaje apropiado, de carácter tímido, ingenua y fácil de controlar.

Una vez elegida la novia en cuestión y después de los aprontes y preparativos de rigor, la boda tuvo lugar con toda la pompa y circunstancia que sólo la realeza británica puede otorgar a un acontecimiento de tanta trascendencia. Sin embargo, lo trágico del caso fue que el plan no dio los resultados esperados. La flamante Princesa de Gales no resultó ni tan tímida, ni tan ingenua, ni tan fácil de controlar como se había supuesto. Muy por el contrario, al percatarse de la verdadera razón de la boda y al no poder cambiar la conducta de su esposo, inició su propia vida de aventuras amorosas, ante el escándalo de muchos, pero con gran apoyo del común de los ingleses. Como esta situación no podía mantenerse, los Príncipes de Gales terminaron separándose. Esta historia, que podría parecer más o menos reciente, transcurría a principios del siglo XIX.

Después de la separación, el príncipe continuó su vida alegre hasta que, en noviembre de 1810, su padre, el rey Jorge III, que había sufrido ataques de demencia, fue declarado insano, motivo por el cual el príncipe debió asumir responsabilidades de gobierno en calidad de Regente, hasta que, a la muerte del rey, en 1820, fue coronado con gran solemnidad, ascendiendo al trono como Jorge IV. 

Su no tan tímida ni ingenua esposa, Carolina de Brunswick, fue mantenida alejada de la corte y nunca llegó a ocupar el sitial de reina que, como consorte del rey, le habría correspondido.

Carolina había nacido en Alemania, el 17 de marzo de 1768, hija del Duque Carlos II de Brunswick y de Augusta Hannover, quien era hermana del rey Jorge III, de modo que era prima hermana de quien sería su esposo. Del matrimonio solo nació una hija, la princesa Carlota Augusta, que murió muy joven.

La vida de Carolina estuvo llena de vicisitudes, mezclada con aventuras amorosas y escándalos, dentro y fuera de Inglaterra. Sorpresivamente, cayó enferma la misma noche del día en que su esposo fue coronado rey, falleciendo 19 días después con el diagnóstico de haber sufrido "una enfermedad inesperada", lo cual levantó sospechas sobre la verdadera causa de la dolencia que le causó su muerte, las que nunca fueron aclaradas. En sus últimos mementos pidió ser sepultada en su tierra natal y así se hizo.  

Diez años duró el reinado de Jorge IV, pues murió el 26 de junio de 1830. Le sucedió en el trono su hermano, el Duque de Clarence, como Guillermo IV, debido a que ninguno de los 15 hijos que Jorge dejó era legítimo.


Tomado del libro HISTORIAS con HISTORIA
Autor Manuel Mariño Reimann