El Príncipe de Gales, heredero
a la corona de Gran Bretaña, tenía una amante secreta. Esta situación era
conocida por un grupo de sus más allegados, quienes estaban preocupados ante la
imposibilidad de que el matrimonio pudiera realizarse, por ser ella una mujer
casada y, además, por profesar la religión católica.
Era necesario que el príncipe
se casara con una persona de alta alcurnia, libre de todo impedimento, que
diera un heredero a la corona. Los propios amantes urdieron un plan para
solucionar el problema de la sucesión y, al mismo tiempo, mantener su relación
amorosa. Para ello bastaría con seleccionar a una dama de linaje apropiado, de
carácter tímido, ingenua y fácil de controlar.
Una vez elegida la novia en
cuestión y después de los aprontes y preparativos de rigor, la boda tuvo lugar
con toda la pompa y circunstancia que sólo la realeza británica puede otorgar a
un acontecimiento de tanta trascendencia. Sin embargo, lo trágico del caso fue
que el plan no dio los resultados esperados. La flamante Princesa de Gales no
resultó ni tan tímida, ni tan ingenua, ni tan fácil de controlar como se había
supuesto. Muy por el contrario, al percatarse de la verdadera razón de la boda
y al no poder cambiar la conducta de su esposo, inició su propia vida de
aventuras amorosas, ante el escándalo de muchos, pero con gran apoyo del común
de los ingleses. Como esta situación no podía mantenerse, los Príncipes de
Gales terminaron separándose. Esta historia, que podría parecer más o menos
reciente, transcurría a principios del siglo XIX.
Después de la separación, el
príncipe continuó su vida alegre hasta que, en noviembre de 1810, su padre, el
rey Jorge III, que había sufrido ataques de demencia, fue declarado insano,
motivo por el cual el príncipe debió asumir responsabilidades de gobierno en
calidad de Regente, hasta que, a la muerte del rey, en 1820, fue coronado con
gran solemnidad, ascendiendo al trono como Jorge IV.
Su no tan tímida ni
ingenua esposa, Carolina de Brunswick, fue mantenida alejada de la corte y
nunca llegó a ocupar el sitial de reina que, como consorte del rey, le habría
correspondido.
Carolina había nacido en
Alemania, el 17 de marzo de 1768, hija del Duque Carlos II de Brunswick y de
Augusta Hannover, quien era hermana del rey Jorge III, de modo que era prima
hermana de quien sería su esposo. Del matrimonio solo nació una hija, la
princesa Carlota Augusta, que murió muy joven.
La vida de Carolina estuvo
llena de vicisitudes, mezclada con aventuras amorosas y escándalos, dentro y
fuera de Inglaterra. Sorpresivamente, cayó enferma la misma noche del día en
que su esposo fue coronado rey, falleciendo 19 días después con el diagnóstico
de haber sufrido "una enfermedad inesperada", lo cual levantó
sospechas sobre la verdadera causa de la dolencia que le causó su muerte, las
que nunca fueron aclaradas. En sus últimos mementos pidió ser sepultada en su
tierra natal y así se hizo.
Diez años duró el reinado de
Jorge IV, pues murió el 26 de junio de 1830. Le sucedió en el trono su hermano,
el Duque de Clarence, como Guillermo IV, debido a que ninguno de los 15 hijos
que Jorge dejó era legítimo.
Tomado del libro HISTORIAS con HISTORIA
Autor Manuel Mariño Reimann