"Soy inventor de máquinas de guerra,
fabricante de puentes y constructor de fortificaciones y defensas". Este
fue el Curriculum Vitae que Leonardo da Vinci envió al duque de Milán, Ludovico
Sforza, cuando en 1482 buscaba trabajo a la edad de 30 años. Más abajo
agregaba: "Además, puedo hacer esculturas y pintar tan bien como el
mejor". Tal vez nunca se imaginó Leonardo que con el correr del tiempo, se
le conocería más por sus obras de arte que por sus aparatos bélicos. Para lo
cual, basta con mencionar una de sus más famosas obras, la Ultima Cena, genial
cuadro pintado sobre la pared del refectorio del convento de Nuestra Señora de
la Gracia, en Milán.
En el cuadro, que tiene más de 8 metros de largo
por 5 de alto, Leonardo pintó a Jesús y los 12 apóstoles reunidos en el
cenáculo, antes de su pasión y muerte en la cruz. El prolijo trabajo le tomó
tres años, desde l495 hasta 1498, por la meticulosidad con que fue escogiendo
el modelo apropiado para cada uno de los personajes, comenzando con la figura
de Cristo al centro de la escena. Para ello, recorrió la ciudad de Milán hasta
que encontró a un hombre joven que respondía a la descripción mayormente
aceptada de la persona de Cristo. Mientras lo pintaba, Leonardo quedó
impresionado por el agradable timbre de su voz y la profundidad que había en su
mirada.
Poco a poco, Leonardo fue encontrando modelos
apropiados para cada uno de los 12 apóstoles. Al final, sólo le faltaba el modelo para
pintar a Judas. Quería encontrar a un hombre cuyo rostro reflejara el vicio y
la maldad, para caracterizar a quien traicionaría a Jesús. El tiempo
transcurría ante la impaciencia de los monjes que querían ver el cuadro
terminado, pero el pintor no hallaba un personaje que respondiera al modelo que
tenía en mente. Finalmente, después de recorrer los barrios bajos de la ciudad,
donde se concentraba la gente de peor calaña, pudo encontrar a quien le
serviría de modelo para pintar a Judas.
Durante días posó aquel hombre en absoluto
silencio, echando de vez en cuando una furtiva mirada al cuadro en el que
Leonardo volcaba todo su genio artístico con la maestría de sus pinceles.
Cuando la figura de Judas quedó terminada, Leonardo, como había hecho con los
otros personajes, le alargó una bolsa con monedas en pago por el servicio. El
hombre agitó la bolsa y con voz enronquecida dijo: "Maestro, paga Ud. más
por el modelo de Judas que por el modelo de Cristo". Sólo entonces, en
aquel rostro marcado por las huellas del vicio, pudo reconocer Leonardo la
profunda mirada de su primer modelo, a quien las vicisitudes de la vida habían
hecho caer en un profundo abismo.
Leonardo y sus obras han sido tema para muchos
sellos de correo, los cuales son un inapreciable medio para difundir y dar a
conocer las más destacadas obras de arte de todos los tiempos.
------------------
Tomado del libro “HISTORIAS con HISTORIA°
Autor: Manuel Mariño Reimann