"Que
bello sería tener a toda la tierra por la patria de uno y a todos los hombres
como hermanos y amigos". Esta hermosa frase podría
parecer dicha por un pensador o un filósofo de nuestros tiempos, pero la verdad
es que pertenece a Apolonio de Tiana, que vivió a comienzos de la era cristiana
y fue uno de los más influyentes filósofos del imperio romano.
Apolonio nació en la ciudad
griega de Tiana y se dice que desde muy joven aprendía más rápido que lo que
sus maestros le podían enseñar. Vivió algún tiempo en la ciudad de Éfeso
practicando la medicina y luego se trasladó a Roma, haciendo caso omiso del
decreto promulgado por el emperador Nerón en contra de los filósofos.
En Roma sostuvo duelos de
elocuencia con Tigelinus, el inquisidor personal de Nerón, venciéndolo en cada
oportunidad, hasta que Tigelinus quedó convencido de que se encontraba frente
al más sabio de los hombres que jamás había conocido. Nerón también llegó a ser
un admirador de Apolonio, lo que lo impulsó a dictar un decreto especial
dispensándolo de las limitaciones impuestas a los filósofos.
Vespasiano que vino después de
Nerón, hizo un viaje especial hasta Alejandría, en Egipto, con el solo
propósito de pedir consejo a Apolonio sobre el arte de gobernar y cuando Tito
Flavio, el hijo de Vespasiano, ascendió al trono, siguió el ejemplo de su padre
y lo tuvo a su lado como su consejero personal.
A Tito Flavio lo sucedió su
hermano Domiciano, quien resultó ser un tirano y un déspota. Allá llegó
Apolonio a echarle en cara su conducta. De inmediato fue apresado y llevado a
juicio, pero la autodefensa que hizo Apolonio fue tan convincente que el propio
Domiciano lo declaró inocente del cargo de enemigo del imperio. A todo esto,
Apolonio andaba ya por los 90 años de edad. Pero aún le quedaba un quinto y
último gobernante a quien brindar sus consejos, en la persona del emperador
Nerva, quien también recurrió a él cuando frisaba los 100 años de vida.
La historia lo conoce como el
Sabio Olvidado. Su biografía fue escrita por Filostratus, 200 años después de
su muerte, a pedido de Julia Domna, esposa del emperador Séptimo Severo. Para
ello se basó en la recopilación de escritos y pensamientos de Apolonio dejada
por Dimas, su discípulo predilecto.
Famosos personajes de la era
del imperio romano han servido de tema para sellos de correo, especialmente de
Italia, pero el sabio olvidado, que fue consejero de cinco emperadores, sigue
olvidado.
Tomado del libro HISTORIA con
HISTORIA
Autor Manuel Mariño Reimann